Con las posaderas momentáneamente asentadas en Tokio (es decir, hasta el terremoto final), vivo del cuento de enseñar la lengua y la cultura españolas a incautos extranjeros, mientras profesionalmente (o sea, fuera del horario laboral) me dedico a tratar de conocer mejor cualquier otra cultura que no sea la española, haciéndome así un favor a mí mismo.
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